22 noviembre 2011

Manuel Morales




TESTIMONIO PARA RECORDAR A UN GRAN AMOR

 amar a una pequeña burguesa
es amar la soledad
C.V.

Y fue entonces que escuchamos La voz
“Tu amor se consumará
sobre las hojas secas
y el otoño. Y tu amor no será vil.”
Y así anduvimos miles y millones de años
prendidos y resplandecientes
rodeados de mitos
 bajo una nebulosa de signos cabalísticos / aún pudimos observar
 la destrucción del mundo desde la claraboya.
 En algunos lugares la yerba
 era esbelta como un salmo
y los hombres animales tranquilos
concientizados por los astros /
 la naturaleza.
 Otras veces la noche nos empujaba
 hacia el suicidio colectivo
 y yo recogía piedrecillas del mar
 tratando de ahuyentar la visión de los campos devastados
 del Viet-Nam
  
 los cuerpos mutilados/
  las almas mutiladas /
                            y ese maldito olor a mierda de la guerra.
 Y siempre escuchábamos La voz.
 A veces después de estar años tras años
enterrando muertos
nos deteníamos junto al río para hacer el amor
    sembrar algunas flores
 para leer concretamente al viejo Ezra Pound.
 Entonces yo gateaba hacia tus pies
besaba tus rodillas
 tus muslos como un árbol de miel
y esa rosa perfumada desde donde sale
la vida. Y era un niño / júbilo & gozo /
acariciando y mordiendo tu pezones
 como el labriego acaricia y hunde su pala en la tierra. Después
 era el perrito husmeando las posaderas de su hembra
 hasta culminarte regada por la savia infinita del amor.
 Y me mirabas mucho
 porque nuestra desnudez era más radiante
que la revelación mosaica
y que todas las higueras que un día se prendieron
sobre el mundo
aún cuando la nieve era azul y el viento
un caballo ronco.
    Un día escuchamos La voz con mayor intensidad.
               Fue algunos meses después de que encontramos
 fresas silvestres y vimos por primera vez
 a una pareja de pájaros haciendo el amor
 sobre la rama de un gran árbol de manzano. Y los campos
 que eran amargos
 y las hojas
 y los frutos
y el viento
amargos
cambiaron porque en sus entrañas algo crecía
como el trigo en un campo bueno
  como la luz cuando los polluelos rompen el huevo
 y respiran la belleza del aire
 y del sonido.
Sólo que súbita La voz se extinguió.
Y lo que hubo de brotar sólo fue pasto muerto.
 Y era como intentar encontrar la identidad de las cosas
 cuando la oscuridad y el planeta
nos avientan cuestionados
 a pudrirnos de hastío en una permanente soledad.
Y lo que hubo de brotar sólo fue sangre muerta.
 Y desde entonces cuando la cólera se irguió
sobre mi frente
al volver después de enterrar a nuestro hijo
durante III años
lloramos juntos y bebimos
como nunca lo habíamos hecho.
 Y comprendí finalmente que la había amado mucho
 y que en tan poco tiempo habíamos envejecido juntos.
 Y decidimos separarnos para siempre.
          Para siempre.

Y nuestro amor fue vil.

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