LE CHEVALIER

UNO

DOS

*MIAU*

Todas las noches viene a mí como el sueño, haciéndome decir cosas que no quiero decir y hacer cosas que no quiero hacer:  rabio trópicamente cuando afila las garras en mi cojín de felpa, me comporto como subnormal para sacarle una sonrisa-bueno él no sonríe, pero maulla-, me arrastro como perro para que me muerda, cosa que no puede hacer con canes de a de veras, entre otras patrañas autoconsentidas.  Inesperadamente, irrumpe en mi cloaca habitacional con su infalible astucia, todo paso está calculado, todo ruido medido, ¿qué ruido pueden causar unos piecesitos finamente acolchados con espuma zebra? Ninguna y él lo sabe, por eso confiadamente invade mi privacidad, metáfora tonta de un monasterio soterrado en el exilio absoluto de los vicios vitales, así comparo mi sucinzo destierro; sucinzo ya que pronto empezará -nuevamente- el fastidio colectivo en mi hogar: tener que despertar dormida( estúpida contradicción, esto incluye despertar a todo ser  que cohabite mi techo, delinearle ojeras en los rostros, efecto producido por la desconexión con el inconsciente, salvaje acto que yo provoco ) caminar así una cuadra al paradero de los buses y embarcarme en el menos lleno o el más vacío tontamente hablando, así es, y entonces, durante esos días, la indómita actitud de mi miníno causa más estragos en mi humanidad, porque las mañanas son noches a falta de horarios bien establecidos, ya saben, por la noche Donatello tocó la puerta de mi habitación, qué tocó?!!, abrió sin permiso, y perspicazmente se introdujo bajo mi cama no sin antes tratarme con una somera amabilidad,un elogio insincero que demuestra sobándose en mi pierna -convencionalismos de gatunos, máscaras que usan para ganarse tu favor- y ahora mientras escribo, el bribón yace a mi costado, echado en el sillón,imperturbable, con un ojo me observa, despectivo, y con el otro mira al espacio, piensa en Garfield, ese pelmazo peludo, sí, tal vez sueña ser como él, pero yo no se lo permitiré.