Oh maldito moho que corroe lo que de ti queda
sobre la blanca y pulida selva de arena
Maldito cualquier momento efímero que cortó
nuestra renuencia a la muerte, desdicha y pena
salida de los corazones de los buenos,
de esos pocos devotos de la caridad.
Ay quejumbrosa insidia con que clavaste en mí
tus filudos ojos, tuyos y solo míos, nuestros,
relegados del placer de mirar.
Y ahora, tu histriónico lamento,
un largo y contrito mauuuuuuuu,
me destroza los oídos,¡ qué ensordecedor!
¡Basta! tú eres ceniza ahora, en la fogata de piedras negras,
eres un pedazo de poema, fruslería, cómo te quiero.
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